A medida que la tecnología avanza, disponemos de más recursos cada vez para expresarnos sin palabras ni textos. Llegará un momento en que tendremos un emoticono para expresar cualquier idea o sentimiento. Estamos exterminando los caracteres ortográficos, en favor de la comodidad en algunas ocasiones y por el desconocimiento en otras.
En numerosas ocasiones, cuando estamos disfrutando de una novela o algún texto con cierta antigüedad, podemos ver que los textos son ricos en signos ortográficos, pero es posible que no conozcamos la finalidad de muchos de ellos e incluso su origen e historia.
Sobre el año 1741 en los primeros textos, se recogía el uso de siete puntos suspensivos seguidos, cuya finalidad era la de omitir una expresión. Antes de la aparición de esta norma ortográfica, se solía usar tantos puntos suspensivos como el autor considerase oportuno o que ocupara el conjunto omitido. Finalmente, se fijó en siete el número de puntos que habría de usarse para este tipo de recurso. Algunos siglos después, esta norma desapareció.
Uno de los signos más conocidos es el Apóstrofo. Aún sigue apareciendo en la RAE y su significado es el siguiente: signo ortográfico auxiliar en forma de coma alta ( ‘ ), que apenas se usa en el español actual; y es que la definición ya lo deja claro, su uso está ya obsoleto. Se puede encontrar más fácilmente en lenguas que mantienen el uso moderno del apóstrofo, como el catalán, el inglés, el francés o el italiano. En castellano, fue utilizado con más frecuencia entre los siglos XVI y XVII a través de la poesía renacentista (Garcilaso de la Vega, Boscán, etc).
En la actualidad, aún podemos ver la diéresis métrica (ü) aunque su uso ha sido relevado a la vocal u, sin embargo, hubo una época en la que podía verse en las demás vocales, y su finalidad era un recurso métrico para separar los diptongos en dos sílabas en los poemas. Algunas palabras actuales que conservan la diéresis: antigüedad, pingüino, agüero, ambigüedad, cigüeñal, vergüenza …
Y hablando de la economía del lenguaje, la virgulilla, que todos conocemos por ser el sombrerito de la españolísima letra «Ñ«, tuvo otra función en el amanecer del castellano: abreviar una palabra cuando no entraba al final de un renglón.
Menos conocido en su uso lingüístico es el diplé o antilambda (>), de origen griego y que podemos reconocer mejor en su uso matemático, pues es el símbolo usado para reflejar una comparación en el que uno de los términos es mayor que otro, por ejemplo 10 > 5. Su uso lingüístico empezó a perfilarse en la separación del latín con la lengua romance castellana y serviría para introducir citas literales de la Biblia. Dió lugar a las actuales comillas latinas o españolas (« »). El signo de apertura (<) se llama diplé aviesa.
En la imagen superior, aparece otro de los símbolos frecuentes en la escritura antigua. El calderón (¶) era un signo que se usó durante algunos siglos para especificar el comienzo de un nuevo párrafo. Se solía trazar de un color diferente al texto que continuaba y por eso, se solía dejar un espacio en blanco delante del texto, para dibujarlo. Con el paso del tiempo, y la pereza y economía de lenguaje, pasó a dejarse símplemente el espacio en blanco, dando lugar a lo que hoy conocemos como el sangrado habitual de un nuevo párrafo.
Quizá el signo ortográfico más desconocido para todos, entre los que me incluyo, es el Asterismo, cuya representación son tres asteriscos convencionales que forman un triángulo (⁂). ¿Cuál era su uso? el asterismo aparecía al final de un capítulo en una obra.
Muy curioso es también el sígno del Óbelo, que en la tipografía tradicional se representaba con el signo de la cruz (†). Era utilizada originalmente en manuscritos antiguos para marcar los pasajes de los que se sospechaba que estaban corrompidos o eran falsos. La palabra «obelus» tiene su origen en Grecia, y significaba palillo afilado, una estaca o un pilar acentuado. Esta palabra tiene la misma raíz que la palabra «obelisco» y a menudo se utiliza con este sentido para el signo †.
Finalmente, y conocida por todos se encuentra la arroba (@) y que ya se utilizaba en la Edad Media para espresar una medida de peso. El historiador Jorge Romance encontró un documento de 1448 en el que ya se hacía mención del signo @ para un registro de trigo en la aduana entre Castilla y Aragón. La arroba ha tenido la suerte de caer en el fértil terreno de la informática, cuyo uso se ha estandarizado en cualquier sitio de internet que visitemos, ya que se usa para las direcciones de email y en las redes sociales, para citar a un usuario, por ejemplo Twitter o Facebook. Por ejemplo, podéis seguirme en mi cuenta de twitter @juampe84.